domingo, 1 de junio de 2008



Esta es la historia de una llamarada, esbelta y duradera como el mejor fuego del peor de los infiernos.

Bailaba al son de la música que se escuchaba en el halo de la pasión y seguía las notas que dictaban las letras de las canciones.

Crecía y disminuía en el vaivén de la tempestad, que con viento, rayos, truenos, tímidas gotas de lluvia y una dosis de más de envidia el cielo arrojaba sobre ella para hacer que ,de ella, tan solo quedasen las humeantes cenizas de este firme fuego.

Durante un periodo aun inimaginable para nuestras mentes aguantó el azote de las fuerzas de la naturaleza. Al cielo se le unió la tierra, y a ésta, la vida.
En un bondadoso intento de súplica (como era de esperar de la vida) por hacer comprender a la llama de que no era tan buena como la perfección de los haces en la parte superior de ella mostraban, le dijo:
-Serás la perdición del proyecto que mis compadres y yo tenemos en mente.
A lo que la llama respondió realmente extrañada aunque no del todo interesada en el tema:
-¿De qué me estás hablando?
La vida adoptó una actitud benevolente y dijo:
-Estamos creando un ser para que aprenda, progrese y crezca en paz y en harmonía. Algo sin precedentes, todo un avance por el que las demás fuerzas naturales del universo, incluida la gravedad, nos envidiarán eternamente. Lógicamente si pongo de mi parte no vivirán eternamente sino que nacerán, crecerán, se reproducirán, seguirán creciendo y morirán. Es por ello que hasta la muerte está dispuesta a ayudarnos a hacer ésta tarea más llevadera, de cuando se los lleve ya nos encargamos nosotros. Pero te necesitamos, necesitamos que ame como tú amas y sienta como tú solo sabes sentir.
-Pobres ilusos, eso que pretendéis es tan utópico que no estáis preparados aún siquiera para embarcaros en proyectar semejante temeridad, sómos jóvenes, nos queda aun mucho por aprender. Estáis desafiando al cosmos en su infinita sabiduría, os estáis riendo de él, tú, vida, tienes algo de poder y ya te crees que puedes hacer y deshacer a tu antojo.-Se dirigió al cielo acompañado del agua, el aire y la tierra-Ese ser que estáis dispuestos a crear acabará con todos vosotros, hasta con ella. No podemos permitirnos el lujo de perderla a tan corto plazo, estoy intentando haceros recapacitar que su cabezonería, no con mala intención, por supuesto, no es sino demasiado temprana. Cuando estemos preparados seré el primero en poner de mi parte, y el ser que pretendemos crear gozará de la bondad y el sentir incondicional del aprecio mutuo a sus semejantes. Hermanos, recapacitad, por lo que más queráis.

Fue entonces cuando el silencio se dejó ver, también quería ser testigo por lo visto de aquel momento. El fuego no obtuvo respuesta alguna más que la de su gran amigo el silencio que con sus sabias palabras intentaba que el nerviosismo del fuego fuera el mínimo posible, pero era tarde, el corazón del fuego se agitaba sin parar, como si fuera conocedor de su porvenir.
La vida se inclinó con un gesto amenazante sobre el fuego y le dijo:
-Todavía estás a tiempo, hermano mío, o estás con nosotros o estás contra nosotros.
A lo que el fuego respondió bien alto:
-¡¡¡¡Que te ardo!!!! no oses tocarme. No eres quién para hacerlo.

Pero ya era demasiado tarde, los demás elementos sabían que era imposible cambiar de parecer al fuego por lo que optaron por una cosa que la vida les había enseñado hace poco y que era muy sencilla de llevar a cabo: la violencia.

Uno por uno cayeron sobre el fuego, que, valiente y tenaz intentó aguantar haciendo gala de sus más increíbles energías. Los demás pudieron apreciar poderes que hasta ahora nunca habían visto en el
fuego, cosas que jamás nadie vovería a ver pero que sin embargo, al ser desatados por la cólera del fuego los dejó a todos muy tocados y heridos.

Fuego sucumbió a la cabezonería de sus hermanos. Pero como bien sabemos, le necesitaban, por lo que la vida (muy previsora ella) se había estado preparando para éste momento. La vida había hecho eco de una de sus más aclamadas creaciones por toda el espacio, la vegetación. Cuando tan solo quedaba una leve brizna de el fuego, lo recojió prendiendo una rama seca, satisfecha de que lo que buscaba para su ser lo tendría para siempre.
Este compañero, que por su fuerza, nunca necesitó combustible alguno, sino que por sí mismo, por el cariño y el afecto que entrañaba, se erguía todopoderoso ante los demás que envidiaban estas características.

Finalmente la vida obtuvo su propósito: que el fuego dependiese de ella para existir y poder así bendecir a su ser con las tan codiciosas características del fuego. De lo que más tarde se daría cuenta (y les pasaría factura a todos ellos) fue que al no tener al fuego en su todo su ímpetu y esplendor, ningún ser previsto en el que la vida se introdujera, gozaría de tales facultades en su plenitud.